Espacio de rastreo.
Capítulo uno: Amuleto de cucaracha.
Hubo un resplandor en su mano izquierda; tenía la forma de
una cucaracha…
Sus venas se volvieron color magma y su rostro empalideció;
aún más de lo que de por sí ya estaba.
Y así fue como se fue mi vida, con la de aquél ser alado,
parecido a un guardián pero con una forma femenina… Una armadura dorada con
detalles plateados, que dejaba una estela de luz increíblemente brillante al
atravesar las barreras que nos contenían dentro del campo de batalla; como si
el mismo sol estuviera frente a mis ojos.
Probablemente estaba hipnotizado por aquél espectáculo,
nunca creí que vería partir así a alguien que había llegado a estimar… Por
primera vez.
Y ahí fue cuando vi las esquirlas de vidrio cayendo a una velocidad
impresionante; invoqué mi espada y con ésta misma formé un iku, que es una
esfera de energía con una resistencia casi ilimitada y con ésta misma, me cubrí
de los peligrosos fragmentos acercándose a mi persona.
-¡Shanada!- Grité a mi compañera, que se encontraba igual de
sorprendida que yo, observando a Celeste elevándose por los cielos.
Ella logró captarme y asintió con la cabeza; corrió hacia mi
iku y de inmediato se protegió junto a mí, dejando que las esquirlas cayeran
pocos momentos después y terminaran con casi toda vida en la arena de batalla…
El enfrentamiento había terminado… O al menos eso parecía.
Rotché, que se encontraba en un trono en lo alto de la arena,
juzgando los combates, se levantó de este y observó a su alrededor, meneando la
cabeza de lado a lado, decepcionado y horrorizado por el sangriento espectáculo
que nuestro combate ofreció.
-Bien…- Susurró, haciendo que su voz se escuchara en el
enorme lugar, donde los combates eran organizados. –La ganadora es Celeste y su
fallecido compañero, Trokor.-
El cuerpo de Trokor. Yacía en la arena, frente a nosotros… Fue
el compañero de Celeste durante muchos años y ahora terminaba así, asesinado
por los escombros de su escape.
Había gente mutilada rodeándonos; Shanada siempre fue muy
sensible y no pudo evitar romper en llanto… Los cuerpos habían quedado hechos
pedazos a tal grado, que la sangre casi cubría en su totalidad las barreras de
la arena.
Hacía años que no se veía una muerte en un combate amistoso;
pero el hecho de que era la única oportunidad de escapar para Celeste, ayudó a
que esto ocurriera.
Entraron dos guardias a la arena y pusieron cadenas de
energía en las manos de Shanada, al igual que en las mías y su cabello negro se
agitó cuando la tomaron por el brazo y nos hicieron caminar de vuelta a
nuestras celdas, donde llevábamos ya una eternidad y nos esperaban más de un
millón de eternidades más.
El camino por los pasillos de la prisión de Askerte era muy
tenebroso; podías observar cuerpos de prisioneros colgados en sus celdas,
dejando a evidencia lo desesperante que era mantenerse aquí… Los peores de esos
prisioneros se encontraban en el nivel subkrit 14, que se traduciría como
“sub-suelo catorce.” Quizá sepan de qué va la cosa con tan solo eso… En este
lugar, todos tienen una jaula para ellos solos y por jaula, me refiero
literalmente a una jaula, en aquél caliente y aterrador lugar, donde no llega
la luz y donde se les ha arrebatado la posibilidad de utilizar sus dones o
habilidades.
Shanada y yo teníamos una relación muy cercana, básicamente,
ella me otorgaba cariño y yo le ofrecía sexo a cambio; afortunadamente para mí,
ella nunca supo la diferencia. Creía que por tocar su cuerpo y hacerla mía, le
estaba diciendo que la amaba.
Leí el cartel frente al cual nos detuvieron… “Kulta 314.”,
lo cual no tiene una traducción directa, pero lo más cercano a traducción que
encuentro es “Celda 314.”
Abrieron la puerta, nos quitaron las cadenas energéticas de
las manos y con una fuerte patada, nos hicieron entrar a nuestra Kulta, la cual
se encontraba sucia, ya que finalmente había fallecido nuestro viejo compañero
Taka, un hombre 89 años de edad que sufría de una enfermedad desconocida que lo
hacía descomponerse en vida.
Shanada vomitó de impresión, tristeza e impotencia, sus
lágrimas hacían retumbar mi cabeza y sus aullidos de lástima me hacían fruncir
el ceño mientras observaba atento el verdoso cadáver de Taka.
Tocaron la puerta.
-Deberían traer un equipo de limpieza aquí…- Susurré, sin
parar de ver el cadáver.
Shanada se levantó y escupió en mi rostro al escuchar mis
palabras, su sensibilidad empezaba a cansarme… Se metió en su habitación y
continuó llorando, mientras yo esperaba respuesta de las personas fuera del
Kulta.
-Deberías traer tus cosas, incluyendo a tu compañera,
tenemos un trato que ofrecerte…- Dijeron varias voces al mismo tiempo, lo cual
llamó mi atención.
-¿Ah?- Dije, girando mi cuerpo entero para ver a la puerta.
Observé que por entre los barrotes de esta, un hombre de
traje con tres cabezas pasaba una llave y la dejaba caer de mi lado del Kulta.
-Dejaríamos la puerta abierta, pero no sabemos qué clase de
cosas podrían tomarlos desprevenidos…- Dijo, en voz baja. –Los esperamos en la
planta baja, de preferencia cúbranse como mejor sepan y no se acerquen a los
demás Kultas, ya que ustedes mejor que nadie saben que los prisioneros son
peligrosos. Que tengan una buena tarde.- Y se esfumó.